Por ejemplo, Marta, un ama de casa que prepara platos tradicionales a la que le gustaría aprender japonés porque se ha aficionado a la pintura de tela, acuerda recibir clases de Javier, un vecino que no tienen ni idea de cocinar pero es titulado en filología oriental, y que además se presta a quedarse con los niños de Marta cuando ella vaya a hacer gestiones al banco, a cambio de estas horas de enseñanza gastronómica. En esta secuencia de favores continuos hemos hablado de dos personas, pero pueden participar más individuos, cuyos trueques serán facilitados por el servicio de control del que se encargará la Concejalía de Mujer.

“Nuestro papel es el de velar porque los intercambios de horas se realicen de la manera más útil posible para todos, a través de la gestión que efectuaremos desde la Concejalía, coordinando los diversos horarios y servicios ofrecidos que van desde la ayuda al hogar hasta los juegos malabares”, explicó la concejala, Esperanza Rozas.